Desireé Gutiérrez
Un acosador NO será embajador.
La trayectoria y esfuerzo que ha hecho México para sentar las bases de un país independiente, reconocido como tal a nivel internacional y sobre todo sostener relaciones amistosas y de cooperación con otros Estados donde se permite asistencia a connacionales, es un mérito de muchos años y cuidadosas decisiones por parte de diplomáticos y ciertos presidentes atinados. Es cierto que siempre se han cometido errores, pero poner a alguien que es abiertamente señalado por acoso y con nula experiencia en protocolo o derecho internacional al frente de una embajada situada en un país conocido por su paraíso fiscal no debería ser un desliz que se deba pasar.
Tal vez pocas personas hayan escuchado el estruendo mediático que causó Andrés Manuel, presidente de la república y por ende el máximo dirigente de la política exterior mexicana de acuerdo al Artículo 89 fracción X de nuestra constitución, al nombrar como próximo Embajador de Panamá a Pedro Salmerón Sanginés, un historiador “experto” en el estudio de la Revolución Mexicana y ex profesor del ITAM, que precisamente tuvo que renunciar debido a las acusaciones de diversas alumnas por haberlas acosado sexualmente.
No es sorpresa…
El famoso, y que por supuesto aborrecemos los y las que estudiamos y nos dedicamos a la materia internacional y carrera diplomática, el “dedazo” presidencial que tomó auge en los ochentas para saldar deudas políticas, dar premios de consolación a quienes no les pudieron dar un puesto “bueno” en la administración o bien, como recientemente ha sido el caso, dar nombramientos en el extranjero a quienes aplauden y defienden incansablemente al gobierno en turno. Desde la opinión pública se ha normalizado que se le otorguen estos puestos a gente inexperta, no puedo ni contar las veces que me han dicho que, si quiero ser embajadora algún día, tendré que ser indudablemente “amiga del presidente”, más allá de tener carrera, preparación y/o experiencia.
Lo más grave de todo esto y valga la redundancia, es que no se vea la gravedad de las situaciones, problemas y roces a las que estos políticos nada diplomáticos y mediocres meten en dilema el mucho o poco prestigio que se ha ganado a pulso nuestro país en la esfera internacional. La figura del “embajador” funge como máxima autoridad mexicana en el exterior, o sea, un embajador o embajadora es el equivalente a nuestro presidente en el país donde lo represente. Digo, si al menos AMLO entendiera esta premisa, tal vez no estaría tan seguro de querer tener a dicho personaje como su espejo, ¿o será que si se identifica con ese reflejo? Ahora, si sabemos de antemano que a Pedro Salmerón se le subía la jerarquía como bilirrubina al ser profesor, ¿Qué pasará cuando se encuentre en una posición laboral tan alta que sin ninguna diplomacia o consentimiento ajeno decidirá aprovecharse de la situación? He de recordar que hay muchas mujeres miembras del servicio exterior mexicano, tanto en la rama administrativa, diplomática y consular; ¿Marcelo Ebrard habrá pensado en su política “feminista” al mínimo preguntarse a cuántas de ellas se pondrá en riesgo?
Tomemos a Andrés Roemer como ejemplo.
Un gran catedrático, escritor y economista sin duda, pero para nada especializado en materia internacional, ya que no solo fue destituido como embajador mexicano ante la UNESCO por su voto ante dicho organismo que ignoró la política que dictaba nuestro país en torno al conflicto israelí, sino que también después supimos que era y es un depredador sexual en potencia, con proceso de ficha ante la interpol y que el gobierno mexicano aún no logra extraditar. Nunca han sido enchiladas manejar de manera congruente e inequívoca la dirección, promoción y protección de los mexicanos/as e intereses nacionales en otro territorio, y es verdaderamente lamentable ver cómo la 4T pretende hacer pasar por cocineras tradicionales a gente que ni quisiera se cocina a si misma.
México no tiene una política exterior feminista.
Porque si la tuviera, no solo tendríamos más mujeres al frente de embajadas y consulados, sino que habría protocolos mejor planteados y ejecutados para brindar asistencia a mujeres mexicanas que son y fueron violentadas de una u otra forma en el extranjero, lideraríamos más iniciativas en pro de los derechos de las mujeres en organismos internacionales para hacerlos valer dentro y fuera del territorio, visibilizarían el trabajo de sus miembras y por supuesto no se permitiría tener a ninguna persona con antecedentes de abuso, acoso o violación en ningún puesto dentro del Servicio Exterior Mexicano (SEM) ni de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Querer decir que se dirigen con una política que “favorece paritariamente” a las mujeres solo por darnos más puestos pequeños y no en las mesas de toma de decisiones, es patético. Decirle feminista a una política exterior que no propicia un espacio seguro para ninguna de sus trabajadoras es ruin, pero la incongruencia más grave es decirse aliados de las mujeres cuando abiertamente deciden una y otra vez creerle y PREMIARLE a un hombre “su presunta inocencia” en lugar de tomar cartas en el asunto sobre sus inminentes y plurales “presuntas agresiones” que haya tenido con cualquiera de nosotras.
Ojalá y me equivoque, pero de ser aceptado como representante por el Senado mexicano, donde Morena es mayoría y elige indiscriminadamente lo que el presidente dice, a Pedro aún lo tendrían que aceptar las autoridades de Panamá y eventualmente ratificarlo al presentar sus cartas credenciales, las cuales, manchadas de denuncias y titulares con señalamientos nacionales, seguro serán un tema delicado en el Palacio de las Garzas, donde quedará en ellos decidir hacerse de la vista gorda como nuestras autoridades o bien, proteger como no lo hacen en México, la integridad y seguridad de las mujeres panameñas.