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Todas las noches son noches de muertos en Michoacán

Por: Emilia Cano Urueta

 

Cada año, la Noche de Muertos en Michoacán representa una de las tradiciones más emblemáticas de México, un homenaje lleno de respeto y misticismo para recordar a los seres queridos que ya no están. Sin embargo, en los últimos años, esta festividad ha adquirido un matiz sombrío y profundamente trágico: los panteones se llenan cada vez más no solo de aquellos que fallecieron por causas naturales, sino de víctimas de una violencia desbordada y una crisis de inseguridad que parece no tener fin. Hoy en día, en Michoacán, todas las noches son noches de muertos.

 

La falta de seguridad es una realidad que los michoacanos viven diariamente, y cada rincón del estado está teñido por el miedo. De acuerdo con el reciente informe de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) del INEGI, en el tercer trimestre de 2024, más del 85% de los habitantes de Uruapan declararon sentirse inseguros en su propia ciudad, una cifra alarmante que coloca a esta localidad entre las más peligrosas del país. El temor no es solo una percepción vaga; se alimenta de la violencia tangible que se ve en los robos, asaltos, secuestros y asesinatos que ocurren con frecuencia abrumadora​

INEGI.

 

Es doloroso ver cómo un estado tan rico en tradiciones y cultura, como lo es Michoacán, se ve envuelto en esta crisis de seguridad. Los habitantes, quienes antes llenaban las calles y panteones para rendir homenaje a sus seres queridos con altares, velas y flores de cempasúchil, hoy se ven obligados a huir o encerrarse en sus casas. Mientras tanto, el gobierno estatal continúa maquillando la realidad con discursos de seguridad y crecimiento, aunque la población percibe una clara distancia entre estas palabras y la realidad.

 

La tragedia de los números

 

Las cifras sobre homicidios en Michoacán son escalofriantes. Según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, el estado ha registrado miles de homicidios en los últimos años, una cifra que parece no disminuir y que ha alcanzado niveles históricos. Uruapan, Zamora y Morelia se han convertido en puntos rojos de violencia extrema. La violencia no discrimina ni respeta edades ni géneros; desde menores hasta adultos mayores, todos son vulnerables en este contexto.

 

La situación es tal que muchos michoacanos han modificado su estilo de vida: salir después del anochecer se ha vuelto una actividad de alto riesgo, y las familias evitan llevar a sus hijos a parques o plazas. En el mismo informe de la ENSU, se señala que más del 50% de los encuestados han cambiado sus hábitos por temor a la delincuencia​

INEGI

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Un gobierno ausente e indiferente

 

La respuesta del gobierno ha sido insuficiente y, en muchos casos, cínica. El reciente viaje del gobernador a Italia para “supervisar” un teleférico que nadie pidió en Morelia ha sido criticado como un acto de frivolidad en medio de la crisis. La aparente indiferencia de las autoridades no solo hiere la dignidad de las víctimas y sus familias, sino que también contribuye a la creciente desconfianza en el sistema. Mientras Michoacán se desangra, parece que las prioridades del gobierno están en otro lado, y la justificación de “atraer turismo” no basta para calmar la desesperación de una población que exige paz.

 

La tragedia detrás de la tradición

 

La Noche de Muertos en Michoacán tiene sus raíces en una profunda tradición que mezcla la religión católica con el sincretismo de los pueblos indígenas, como los purépechas. Es una ocasión para que los vivos se reúnan con sus muertos, para adornar tumbas y contar historias. Sin embargo, lo que una vez fue una celebración de la vida ha sido usurpado por el miedo. Las lápidas que antes eran un lugar de reencuentro y tributo hoy se multiplican rápidamente debido a la violencia. Michoacán ha perdido la paz; sus muertos aumentan no por la vejez o la enfermedad, sino por la delincuencia y la falta de una política de seguridad eficaz.

 

Cada entierro es un recordatorio de que la muerte en Michoacán no respeta ni tiempos ni tradiciones, y que los panteones se están llenando por causas que podrían haberse evitado si el gobierno hubiera actuado de manera firme y decidida. A diferencia de las festividades de Noche de Muertos, donde los vivos honran a sus ancestros, hoy en día las familias enfrentan la pérdida de padres, hijos y hermanos por la violencia que se ha normalizado en el estado.

 

Una noche perpetua

 

Decir que todas las noches son noches de muertos en Michoacán es una triste metáfora de la realidad actual. La cultura de la muerte, en su sentido más poético y espiritual, siempre ha sido parte de la identidad michoacana. Pero ahora esa metáfora se vuelve amarga y sombría, pues la muerte en Michoacán ha dejado de ser un evento natural o espiritual para convertirse en una epidemia de violencia que no respeta ni a los vivos ni a los muertos.

 

La ciudadanía merece mucho más que un gobierno de apariencias y discursos vacíos. Los michoacanos necesitan un gobierno que priorice la vida, la paz y la seguridad de su gente, que devuelva la esperanza a sus calles y que haga de la Noche de Muertos una celebración, no una dolorosa ironía. Mientras eso no ocurra, la triste realidad es que todas las noches, en Michoacán, serán noches de muertos.

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