Por: Dr. Rogelio Díaz Ortiz
Sensibilizado por mi reciente recorrido por centros urbanos de nuestro
país y en “especial” de Morelia, comparto mi experiencia no como queja
sino como un espacio de oportunidad para construir el futuro deseado.
En esta catártica experiencia padecí de la “saturación” de los
espacios, ausencia de señalética necesaria para ubicar el lugar,
lento… muy lento desplazamiento vehicular al tener que transitar con
obras viales en proceso y/o inconclusas por todas partes, polvo,
esmog, calor e inseguridad.
Sin duda alguna la eficiencia y eficacia en la movilidad urbana es una
necesidad que no puede esperar, hace la diferencia en la elección de
quienes deciden en donde invertir sus capitales, crear fuentes formales
de empleo, transforma entornos inseguros, atrae a los turistas, mejora
las condiciones de salud de la población, favorece la seguridad y
mejora la calidad de vida de la sociedad en su conjunto.
La antigua Valladolid, hoy Morelia, es una de las ciudades más bellas
del mundo, solo que su trazo urbano fue diseñado para una población
menor en tamaño, con otras condiciones de movilidad y servicios por
lo que hoy en día sus habitantes padecen de crecientes niveles de
contaminación visual, auditiva, del aire y agua.
Morelia es una de las entidades con mayor riqueza cultural e histórica
que le hacen altamente atractiva para el turismo nacional e
internacional. Sin embargo, su mancha urbana ha crecido de manera
desproporcionada y sin control más allá del centro histórico, lo que ha
propiciado el establecimiento de numerosas zonas habitacionales y
comerciales en su área conurbada con los Municipios de Tarímbaro,
Charo y Quiroga.
Administraciones estatales y municipales se han visto rebasadas e
incapaces de pasar del discurso al escenario de la acción expresada,
entre otras cosas, por un plan integral de Desarrollo Urbano que
contemple un eficiente transporte público, la construcción de ciclo
vías, la infraestructura necesaria para mitigar el creciente tráfico, el
control del comercio informal al lado de las rúas, la regulación del
creciente número de motocicletas, la recolección de basura, la
“concentración” y construcción de unidades habitacionales sin
estudios de impacto ambiental y en zonas donde NO existe suficiente
agua para abastecer a los miles de habitantes que han mudado su
residencia a esas zonas.
Este complejo problema no es nuevo, solo suele recordársele en las
campañas electorales para después volver a ser olvidado.
El problema se ha agudizado en los últimos tiempos al autorizarse
cambio de uso de suelo que transforma bosques en huertas de
aguacate, la aparición de fraccionamientos habitacionales, escuelas,
centros comerciales y deportivos sin que se haya tomado en cuenta
necesidades de transporte y vialidades, seguridad, iluminación,
bajadas pluviales, recolección de basura, abasto de agua potable, etc.,
etc.
Desarrolladores y autoridades han modificado el entorno sin aparente
conciencia ecológica ni responsabilidad social, generando
necesidades sin recursos económicos para su atención, delegando
su responsabilidad a otras instancias de gobierno y polemizando
permanentemente el tema de convivencia entre medio ambiente y
modernidad.
A lo ya mencionado se suma que el transporte público es deficiente,
contaminante e inoperante, donde quienes reciben la mayor cantidad
de quejas e insultos son sus conductores, cuando estos son quizá una
de sus mayores víctimas.
Para nadie es un secreto que los choferes carecen de capacitación,
uniformes, horario y sueldo digno, la mayoría del tiempo se encuentran
compitiendo por el pasaje, hacen parada en cualquier lugar sin
importarles lo que generan con ello, manejan a exceso de velocidad y
sobresaturan las unidades y muy pocas unidades se encuentran
limpias y sanitizadas.
Sin tener conciencia de todo lo anterior, los “transportistas” se oponen
a la libre competencia que significan empresas como UBER por lo que
les agreden e intentan por todos los medios su extinción, aunque se
hagan de la vista gorda cuando se trata de taxis “piratas”.
De esta manera, el transporte público, con que se cuenta, además de
ser ineficiente, es caro comparado con los salarios de la capital
michoacana y poco o nulo atractivo para propios y extraños.
En cuanto a espacios adecuados para uso de bicicletas, se ha tenido
una notoria mejora, en gran medida no por un plan de gobierno si no
por la propia acción de ciudadanía organizada que ha logrado que las
autoridades brinden su atención a generar, cada vez más, espacios
para su libre y segura deambular.
Aún hace falta la instalación de negocios que renten bicicletas para
poderse trasladar en distancias cortas o moderadas.
Se requiere incentivar una cultura vial que castigue a quienes no usan
casco, antirreflejantes en sus llantas, identificación de la bicicleta,
circulan en sentido contrario e incluso sobre las banquetas, sin respeto
a los semáforos y a los propios peatones.
Sin duda hay mucho trabajo por hacer, la movilidad urbana es mucho
más que ciclo vías, se requiere realmente de una estrategia y visión
integral que haga realidad un Plan de Desarrollo Urbano que de
solvencia al presente y otorgue a todos un futuro sustentable …
Morelia lo merece.