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La fortuna no fue invitada a la corrida del 21 de octubre en Morelia

Por: Juan José Rosales Gallegos
Este sábado 21 de octubre se presentaron en el Palacio del Arte de Morelia, Andy Cartagena y José Funtanet a caballo con las matadoras Paola San Román e Hilda Tenorio en su esperada reaparición en los ruedos.
El encierro de Begoña manso y débil, vergonzosamente afeitados de sus astas. El único destello entre “las vacas locas” fue Ojos Claros de 437 kilos, al que Andy Cartagena pudo torear luciendo sus caballos y sus buenas maneras. Dos merecidas orejas por esa faena al quinto de la tarde.
Hilda Tenorio, elegante y femenina ataviada en rosa y negro volvió a la arena del Palacio. Tras el burladero, colocando el centro del capote a la altura de su barbilla, esperaba la aparición de Monarca de 448 Kg., negro salpicado de nieve desde el lomo hasta el rabo. Inicia con una buena tanda de Verónicas hasta que el toro la desarma; la serenidad se disipa en la torera y avanza la emoción del momento. Al cambio de tercio, brinda el toro de su retorno a la afición de Morelia y para evitar designios funestos, coloca la montera con los machos hacia abajo. Con la muleta se nota más segura, inicia con derechazos que concluye con un molinete que despierta a la grada que esperaba ese gesto para aplaudir a la torera. Intentó ir por naturales que terminaron en intentos forzados y fallidos.
Se notó la entrega, pero también los nervios que la opacaron. Para la suerte suprema falló en dos ocasiones y a pesar de los alfilerazos el público no la dejó de apoyar en ningún momento. El tercer intento fue una media estocada caída que llevó al burel de hinojos.
Paola San Román y Funtanet se distinguieron por su soberbia desmedida. San Román al partir plaza adelantó a todos; desplante altivo innecesario. Funtanet necesitó de tres subalternos en el ruedo que pusieron atención a los toros mientras él cuidaba su peinado. Le hicieron saber a los asistentes que su presencia era obligada. Mensaje recibido y ojalá no vuelvan a las plazas de la antigua Valladolid.
Michoacano de 432 kilogramos fue el segundo para Hilda Tenorio. En el inicio de la faena volvió a perder el capote; los titubeos son cada vez más evidentes. Con los picadores llegaron la desgracia y la vergüenza, la primera embestida tumbó al picador que recibió mal colocado y displicente. Cuando retomó su montura, la vara fue su arma de venganza mientras una señora que era Juez de Plaza miraba apática y permitía el abuso. Lo mismo hizo el otro picador que la emprendió contra Michoacano. Subalternos y banderilleros fueron presa del maleficio cayendo, tropezando, pegando trapazos sin ton ni son.
Con la muleta, Hilda otra vez dubitativa. Traspiés y empellón del burel la postran en la arena, gira y apenas libra un amenazante pitón que toca su espalda, y de inmediato más de diez brincaron del callejón para auxiliar a la matadora. Ese gesto debe darle tranquilidad a Tenorio pues queda demostrado que es querida y respetada. Pudo hilar dos o tres pases más para llegar a la espada y fallar, de nuevo, en su primer intento.
La lidia de Michoacano fue una pesadilla. Cuando el toro por fin dobló, un fallido descabello lo volvió a levantar y estuvo trotando algunos minutos alrededor del ruedo.
Una reflexión final. La empresa Ángeles Taurinos debe reconsiderar las presentaciones musicales en las corridas. Cada vez están más fuera de lugar.

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