Por: Juan José Rosales Gallegos
21 de febrero 2022.
¿Entendemos lo que está pasando en Michoacán?
Tenemos una vaga idea, difusa, confundida por imágenes ficticias que nos imponen como «la realidad». Cada vez son menos los acontecimientos que llaman la atención o conmueven; la capacidad de asombro está superada o sobrevaluada. Es el precio de no saber distinguir lo virtual de lo tangible. Haré un breve recuento, una muestra de lo acontecido los últimos días para dar sustento a la premisa planteada.
En Zamora, este fin de semana, sicarios vaciaron sus armas sobre el conductor de un vehículo compacto que circulaba por las calles del centro de la ciudad. Un niño de ocho años que viajaba en el auto fue herido. En Apatzingán, un hombre fue asesinado al interior de su taller mecánico. Un comando ingresó, abatió al objetivo y huyó sin que nada ni nadie lo impidiera. Morelia, colonia Villas de Oriente, un asesinato brutal, trece balazos encontraron en el cuerpo. Todos los días (todos los días), seres humanos son asesinados caminando por la calle por algún comando que, cumplida su macabra encomienda, desaparecen. Lo anterior, ya forma parte de nuestra «normalidad».
Luego de perseguirlos por varias cuadras, los asesinos acorralaron a sus víctimas en la iglesia, ojito de agua, que se ubica en la Av. Pedregal de Morelia. El trabajo no se pudo completar, uno fue eliminado y el otro solamente herido. En Uruapan, un comando ingresó al Hospital Civil para rematar uno de los pacientes. Los asesinos entraron y salieron del nosocomio público sin problema. ¿Le sorprenden estos crímenes?
¿En qué país este hallazgo puede considerarse algo cotidiano?
En la comunidad El Filo de la Línea, municipio de Aguililla, una patrulla militar encontró nueve mil cartuchos útiles de diversos calibres, granadas de fragmentación, cargadores, lanzagranadas y equipo táctico. En Chavinda, un operativo de la Policía Michoacán y Guardia Nacional, localizaron un campamento usado como base por narcotraficantes. En este lugar ubicaron más de mil trescientas dosis de diferentes drogas.
Los ciento trece municipios de la entidad son un frente de batalla en la guerra de baja intensidad que se viene librando desde hace años. Con eufemismos como, grupos de civiles armados, pretenden maquillar la operación de grupos paramilitares perfectamente adiestrados y pertrechados, nos intentan convencer que los delincuentes son robavacas con escopetas para eludir la acción de mercenarios de varios países operando para los cárteles en Michoacán.
Caminos y parcelas han sido sembrados con minas. Las explosiones ya cobraron vidas. Usan drones cargados de explosivos. ¿Nos parece normal que «grupos de civiles armados» dominen esas habilidades?