Una vez la UEFA y la FIFA abrieron ayer la espita de las sanciones contra Rusia, parece que todos están peleándose a ver a cuántos rusos pueden apartar de las distintas competiciones. Parece comprensible sancionar a federaciones y comités olímpicos que están vinculados directamente al estado ruso. Está en línea con lo que la Unión Europea está intentando hacer a nivel político con el país presidido por Vladimir Putin. Ahora bien, en medio quedan los matices de los intereses privados. ¿Qué hacemos con los clubes, cada uno con su propietario y sus jugadores que no sabemos qué vínculo tienen con la oligarquía? La UEFA ha dado por eliminado al Spartak de Moscú, pero el Spartak de Moscú no es nadie. En ese sentido, el verdadero marrón se lo ha comido la Euroliga.
Al sancionar al Unics Kazan, el CSKA de Moscú y el Zenit de San Petersburgo, la Euroliga pone en vilo la clasificación de los tres equipos para los playoffs. Dicha sanción es efectiva «hasta que no se produzca una retirada de tropas», algo que, tristemente, no se va a producir. Es una lástima que estas sanciones no se expliquen. Incluso para sacar bancos rusos del sistema SWIFT de transferencias, la Comisión Europea estableció unos criterios. ¿Cuáles son los de la Euroliga? ¿Son los tres clubes propiedad de oligarcas vinculados al régimen de Putin? Sinceramente, lo desconocemos y estaría bien explicarlo.
Con todo, si las sanciones a equipos nacionales parecen claras y las de clubes entran en terreno pantanoso, cuando tratamos el caso de deportistas individuales ya sí que las fronteras son muy difusas… y pocos deportes más individuales que el tenis, por supuesto. Después de dieciocho años de dominio del «Big 4» en lo más alto de la clasificación ATP, esta misma semana el ruso Daniil Medvedev conseguía llegar al número uno del mundo. Su ascenso a la cumbre del tenis mundial, coincidía con la decisión -después matizada- de Elina Svitolina de no disputar ningún partido contra tenistas rusas o bielorrusas.
¿Qué van a hacer la WTA (su número dos, Sabalenka, es bielorrusa) y la ATP al respecto? No es solo sancionar a una serie de competidores o apartarles del circuito sino sacrificar al mejor de tu deporte, a la imagen de la nueva generación… y de paso, no queda otra, al número siete del mundo, Andrei Rublev. Recordemos que Rusia es la vigente campeona de la Copa Davis, una potencia de primer nivel. ¿Cómo lo van a hacer para mandar el mensaje a Putin que pide el COI y a la vez proteger a su máxima estrella justo cuando Djokovic y Federer están fuera de las pistas?
Es una situación peliaguda. Entre otras cosas, porque hablar de «Rusia» o de «los rusos» como si fueran una sola cosa es absurdo. Hay unos 150 millones de rusos y, obviamente, no todos apoyan a Putin ni su invasión de Ucrania. Es cierto que Medvedev tuvo un momento nostálgico-patriotero en la rueda de prensa tras la final de Australia, cuando, como respuesta a los abucheos del público, declaró que a partir de ahora solo jugaría para «los suyos» y que, si ponían un torneo en Moscú o en San Petersburgo la misma semana que cualquier Grand Slam, sin duda jugaría en la Madre Rusia.
Ahora bien, ser nacionalista o querer mucho a tu país, o sentir que ese es tu público y que te sientes más cómodo ahí, no te convierte en un militarista ni en un defensor de dictador alguno. Medvedev no ha dicho mucho sobre la guerra, eso es cierto, pero no tiene por qué decirlo. Olvidemos de una vez que los deportistas tienen que ser ejemplo de nada en esta vida. Quien sí se pronunció rotundamente fue Andrei Rublev, quien, tras ganar en Dubai, escribió en una cámara «Stop the war, please». Recordemos que los medios rusos tienen prohibido incluso mencionar la palabra «guerra», así que el acto de Rublev fue de una valentía considerable.
¿Vale la misma sanción para uno y para otro? ¿Representan en algo a Rusia como estado o es simplemente la bandera que acompaña a su nombre en los cuadros? En este último caso, basta con retirar la bandera y jugar como apátridas, algo parecido a lo que le ha propuesto el torneo de Monterrey a Svitolina para que se presente a jugar contra Potapova. Como mucho, si nos ponemos exquisitos, se podría argumentar que parte de las ganancias de estos jugadores acaban en el mismo tesoro ruso que financia la guerra en Ucrania vía impuestos, pero esto tampoco es siempre así.
Ya sabemos que los deportistas de élite son poco amigos de tributar en sus países y que prefieren lugares como Montecarlo, Ginebra o los países árabes. Medvedev, por ejemplo, reside en Montecarlo desde hace tiempo, así que entendemos que paga ahí sus impuestos. Retorciendo el argumento y teniendo en cuenta que Mónaco es un aliado de Francia, todo lo que gane Medvedev en Indian Wells o en Miami redundará en favor del envío de armas a Ucrania por parte del gobierno de Macron si se decidiera a ello. A la inversa, el antibelicista Rublev reside en Moscú. La ATP tendrá que decidir y no me gustaría estar en su lugar. Hagan lo que hagan, a alguien le parecerá mal hecho.