Por: Juan José Rosales Gallegos
Morelia, Michoacán a 27 de octubre 2022.- El desconcierto y la incomodidad del General José Alfredo Ortega son evidentes. Ser abordado por reporteros representa un suplicio, pues constantemente se le pregunta sobre su inminente salida como secretario de Seguridad Pública del estado. Desde hace varias semanas (ya son meses), a través de interpósita persona, el gobernador Alfredo Ramírez, le hizo saber su decisión de realizar cambios en el área solicitando su renuncia. La separación, ofreció el gobernador, sería “muy cuidada” para no deshonrar el historial de servicio del militar.
Las quejas en contra de Ortega son constantes desde que tomó posesión del cargo. Personal administrativo, operativo, integrantes del gabinete, organizaciones sociales y medios de comunicación, han sido objeto de maltrato por parte del secretario o su gente. Su forma de ser, según describen otros mandos militares, es complicada; huraño, desconfiado, de difícil trato. “Busca sobresalir imponiendo su voluntad con intransigencia”, cuentan quienes lo conocen.
Esa intransigencia ha quedado de manifiesto en varias sesiones de la llamada Mesa de Seguridad Para la Construcción de la Paz, grupo conformado por autoridades estatales y federales que preside el gobernador. Alegando su grado en la milicia, el General ha desatendido instrucciones directas del ejecutivo estatal por considerarlo “un civil” al que no se debe someter. Los desplantes ocurren frente a todos los asistentes, minimizando la investidura de Ramírez Bedolla.
José Alfredo Ortega sabe que se encuentra en un callejón sin salida, que la paciencia de su jefe civil y los mandos militares a los que debe el encargo se está agotando. El 22 de octubre, en Apatzingán, de nueva cuenta se le cuestionó sobre su inminente renuncia. Iracundo y descompuesto respondió: ¡Yo no me voy! Lo he dicho desde el primer día que llegué aquí. Yo vengo aquí porque tengo una misión, me asignaron una misión que es la salvaguarda de la libertad, la seguridad, la vida y el patrimonio de las personas. Es la misión que yo tengo. Como militar, yo no me voy.
Tan perdido está el General Ortega, que se aferra al cargo argumentando, “una misión que le asignaron”. Se olvida que ocupa un cargo de carácter civil que nada tiene que ver con la línea de mando castrense a la que realmente se debe. La seguridad pública, según la ley vigente, “una función a cargo del Estado y los municipios en sus respectivas competencias”, que nada tiene que ver con “misiones militares”.
El General José Alfredo Ortega ha dejado de ser secretario de Seguridad, aunque se niegue a abandonar el cargo.