Por: Jesús Vázquez Estupiñan.
Si murmurar la verdad aún puede ser la justicia de los débiles, la calumnia no puede ser otra cosa que la venganza de los cobardes.Jacinto Benavente
Con frecuencia invertimos nuestro tiempo en comentar sucesos, hacer análisis y críticas a la ligera de los acontecimientos, pero sobre todo de las personas. Evaluamos con precisión e implacable juicio el actuar de los demás, sus modos, sus expresiones, sus convicciones y hasta sus formas de pensar.
Escuché a una persona de avanzada edad decir algún día: “Yo no he sido un gran estudioso y con trabajos terminé el tercer año de primaria; pero una cosa sí he aprendido en mi larga vida: siempre es mejor callar, si lo que vamos a decir nos es bueno, cierto o útil.” Aquí, esta anécdota que ilustra lo anterior:
Un hombre calumnió drásticamente a un amigo suyo; todo por la envidia que le tuvo al ver el éxito que había alcanzado. Tiempo después se arrepintió de la ruina que trajo con sus calumnias a ese amigo, decidiendo visitar a un antiguo maestro lleno de sabiduría, para contarle lo sucedido: «Quiero arreglar todo el mal que hice a mi amigo. ¿Cómo puedo hacerlo?». El hombre respondió: «Toma un saco lleno de plumas ligeras y pequeñas y suéltalas una por una por donde vayas». El hombre muy contento por aquella tan simple solución. Tomó el saco lleno de plumas y al cabo de un día ya las había soltado todas. Volvió para decir: «ya he terminado», a lo que el sabio contestó: «Esa es la parte más fácil. Ahora debes volver a llenar el saco con las mismas plumas que soltaste. Sal a la calle y búscalas».
El hombre se sintió apesadumbrado, pues sabía lo que eso significaba. Evidentemente no juntó ninguna. Al volver, el profesor le dijo:
«Así como no pudiste reunir de nuevo las plumas que volaron con el viento, el mal que hiciste, voló de boca en boca… el daño está hecho. Lo único que puedes hacer es pedir perdón a tu amigo y evitar ser portavoz de malos comentarios en el presente y en el resto de tu futuro, pues no habrá forma de revertir el mal generado»
“Hay una terrible circunstancia que distingue a la calumnia de otros daños: el que la infringe no puede nunca repararla.” (S. Johnson).
Tengamos siempre en la mente y en los labios una palabra positiva para destacar las cualidades de los demás; exaltar justamente sus avances, sus logros y sus momentos felices. Que nuestra voz transmita el sentido positivo que toda persona tiene, a pesar de que nuestras acostumbradas evaluaciones rigoristas, quieran negarlo.
“Las palabras de aliento después de la censura son como el sol tras el aguacero”, sentenció Goethe.
Nos resultará sorprendente hacer conciencia de que también las palabras que escribimos cotidianamente a través de los correos electrónicos y mensajes de texto, deben pasar ese triple filtro: “bueno cierto y útil”, ya que proyectan un fuerte efecto en las personas receptoras, incluso superior al que producen las palabras que usamos en las conversaciones habituales y en las cartas. Esto tiene explicación: al considerar que la vibración del sistema nervioso humano y que el correo electrónico o las salas de chat, tienen idéntico nivel de vibración.
Cuando escribimos “a mano” a alguien, la vibración no es lo suficientemente fina para resonar en su sistema nervioso, limitando el efecto que la vibración puede propiciar.
Las palabras transportadas por ondas eléctricas, a través del internet, tienen el poder de ir directo al corazón del receptor con un efecto devastador y duradero.
Enviar palabras de aliento puede tener un efecto positivo en el receptor cuando utilizamos la computadora o el celular. Si se tiene algo negativo que decir sobre alguien, el correo electrónico no es el medio recomendable para hacerlo.
Robert Burton expresó: “Una palabra hiere más profundamente que una espada”.
Las compañías están acostumbradas a recibir quejas de sus clientes a través del correo electrónico y mucha gente ha recibido reproches de un superior en forma de mensaje de texto. Si se desea limitar el daño que las vibraciones negativas causan, debería reservarse este tipo de mensajes para cuando se presentara la ocasión de realizar conversaciones “cara a cara”. Si sentimos que es más fácil expresar los sentimientos a través de la comunicación electrónica, tratemos de usar mensajes positivos, ciertos y alentadores.
El autor Masaru Emoto, afirma que el sistema nervioso armoniza con las máquinas. Cuando los campos electromagnéticos se relacionan, podemos obtener o perder nuestra capacidad de sintonizar con otras personas.
Masaru cree que el “alma de estas máquinas” tiene el potencial de adherirse a nuestra propia alma y absorber nuestra energía.
Tenemos que estar conscientes de la forma en que usamos las palabras, ¡sobre todo en el internet!
“Como flores hermosas, con color, pero sin aroma, son las dulces palabras para el que no obra de acuerdo con ellas” (Buda).