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Brevísima historia del origen de las vacunas

Por: Clementina Equihua Z. h

Desde hace varios meses, la vacunación contra la enfermedad ocasionada por el coronavirus SARS-CoV-2 avanza poco a poco en todo el mundo. Lograr la inoculación implica un gran esfuerzo de los gobiernos, ya que se necesita proteger a un gran porcentaje de la creciente población mundial contra la enfermedad para lograr lo que se denomina inmunidad de rebaño.

Debido a que el covid-19 es una enfermedad sobre la que todavía se conoce poco, la Organización Mundial de la Salud (OMS) explicó, en un comunicado que emitió el 20 de diciembre de 2020, que aún no se sabe qué porcentaje de la población tiene que estar vacunada para lograr esta inmunidad de rebaño o inmunidad poblacional. Para entender por qué no se sabe, la OMS menciona que la inmunidad de rebaño varía dependiendo de la enfermedad. Por ejemplo, para el sarampión se necesita que alrededor del 95 % de la población esté vacunada; en cambio, para la polio debe ser de alrededor del 80 %. El 5 % y el 20 % de la población restante respectiva está protegida indirectamente, porque las enfermedades no se transmiten gracias a los que sí están vacunados.

Observar
Para entender el papel que la vacunación ha tenido en nuestra historia reciente, un buen referente es el surgimiento de la primera vacuna que se utilizó para controlar la viruela, una enfermedad ocasionada por los virus Variola major y Variola minor; el primero, más peligroso que el segundo, llegó a provocar la muerte del 30 % de la población que la padecía.

Se desconoce con exactitud cuál es el origen de la viruela, pero hay registros de ella desde hace poco más de 2000 años; existen reportes de cicatrices típicas de viruela en momias egipcias de hace 1100 a 1580 años antes de nuestra era. De acuerdo con el sitio de internet The history of vaccines, del Colegio de Médicos de Filadelfia, Estados Unidos, hacia finales del siglo XVII, el emperador K’ang Hsi de China pedía que se inoculara a sus hijos con costras de lesiones de viruela. El método consistía en moler costras obtenidas de personas que habían padecido la enfermedad y luego hacer que los niños inhalaran estos fragmentos; también colocaban el polvo en rasguños que hacían en su piel. Este método conocido como variolización se extendió por diversas partes del mundo desde China a la India, después a Europa e incluso llegó hasta América.

Experimentar
No se sabe cuál es el origen de la variolación, pero sí se sabe que persistió por muchos siglos hasta que, en 1796, el médico inglés Edward Jenner desarrolló un método que fue posible replicar de manera sistemática. Jenner utilizó el líquido de las pústulas de la viruela que padecían las vacas —también conocida como viruela bovina, que provoca ampollas rojizas en las ubres de las vacas— para provocar una infección menor en James Phipps, el hijo de su jardinero.

Edward Jenner observó que James Phipps desarrolló una infección local en el sitio en el que aplicó el líquido, y que se sintió mal por unos días, pero luego se recuperó completamente. Para comprobar qué tan efectiva había sido su inoculación, intentó infectar al niño con material obtenido de una pústula de viruela humana fresca y la enfermedad nunca se desarrolló.

Jenner también observó que podía inocular de una persona a otra con la viruela vacuna, protegiendo a más y más personas, un método que, al principio del siglo XIX, adquirió el nombre de vacunación. Edwar Jenner publicó sus observaciones en diversas obras, la primera de ellas de 1798: An Inquiry Into the Causes and Effects of the Variolæ Vaccinæ, Or Cow-Pox.

Replicar
La vacunación contra la viruela se extendió por el mundo; la vacuna se obtenía del líquido de pústulas de otros pacientes. Hacia 1836, el médico inglés Edward Ballard notó que la efectividad del inóculo de la viruela vacuna, que se usaba de persona a persona, se perdía con el tiempo. Así, desarrolló el método de volver a infectar becerros de vacas con el material que se usaba en humanos y luego cosechaba la linfa, el líquido de las lesiones que desarrollaban. De esta manera mejoró su efectividad y puede decirse que este fue el inicio de un método industrial para producir vacunas.

En 1881, el gobierno inglés empezó a usar becerros de vacas para producir a mayor escala la linfa de vacuna no humanizada. La linfa obtenida de las lesiones de los becerros era aplicada directamente a la gente por servidores públicos.

Producir vacunas a gran escala implicó grandes retos; uno de los primeros fue evitar que las dosis se contaminaran por bacterias. Con el fin de prevenir este tipo de contaminación, el médico inglés Monkton Copeman agregó glicerina pura a la linfa obtenida de los becerros. La mezcla se colocaba en viales esterilizados y sellados herméticamente para transportarla.

Industrializar
Eliminar a los humanos de la cadena de producción de la vacuna fue muy importante. En ocasiones, las personas vacunadas se contagiaban de sífilis o hepatitis de las personas de las se obtenían los inóculos. Esto se logró en 1898 y, para 1909, los franceses desarrollaron un método alternativo con el que deshidrataban la vacuna. En 1948, la recién creada Organización Mundial de la Salud reconoció que distribuir vacunas deshidratadas era de gran utilidad, ya que podían llevarse fácilmente a regiones alejadas. Así fue como la vacuna de la viruela llegó a países que no necesariamente tenían las condiciones adecuadas para transportar un inóculo disuelto en líquido o glicerina, entre ellos los países africanos y México.

Algunas de las vacunas contra covid-19 representan el gran reto de transportar millones de dosis manteniendo la cadena de frío desde su origen hasta su centro de distribución. Dependiendo del laboratorio que la elabora, la cadena de frío puede ser de hasta -70 ºC.

Una perspectiva histórica
En los orígenes de la viruela, alrededor del 70 % de la población se enfermaba y moría el 30 % de quienes la padecían. Sin embargo, a lo largo del siglo XX se intensificaron las campañas de vacunación en todo el mundo y la enfermedad fue desapareciendo hasta que, en 1980, la OMS la declaró erradicada.

Combatir la viruela y el desarrollo de su vacuna sentó las bases para instrumentar el amplio sistema de vacunación que existe hoy. El desarrollo de la vacuna para el covid-19 es un hito en la historia de las enfermedades del mundo. Hoy las vacunas son mucho más seguras que en un inicio y sus componentes activos garantizan la correcta inoculación de las personas.

Un reto para abatir la pandemia que vivimos es producir la cantidad de dosis necesarias para inocular a la creciente población mundial que, irónicamente, ha aumentado en gran parte gracias a los esfuerzos de vacunación para prevenir muchísimas enfermedades.

Ahora que la vacunación contra el SARS-CoV-2 avanza, es un buen momento para enfocar la mirada en lo que contiene una vacuna. En su comunicado del 20 de diciembre de 2020, la Organización Mundial de la Salud explicó que las vacunas tienen siete tipos de ingredientes.

1. El antígeno: es el ingrediente activo que genera la respuesta inmune. Puede ser un fragmento del causante de la enfermedad o una versión atenuada.

2. Conservantes: previenen la contaminación de la vacuna. Principalmente se usa en frascos que contienen varias dosis.

3. Estabilizantes: previenen que haya reacciones en las vacunas o que sus componentes se adhieran al vial.

4. Sustancias tensoactivas: mantienen la mezcla combinada, es decir, evitan que los componentes se aglutinen o asienten.

5. Diluyente: por lo general es agua esterilizada y se usa para mantener la dosis correcta.

6. Adyuvante: sirve para mejorar la respuesta inmunitaria de la vacuna. Recientemente grupos ambientalistas han manifestado preocupación por el uso de escualeno —un lípido que se obtiene del hígado de los tiburones— como adyuvante. Sin embargo, también puede obtenerse escualeno de fuentes vegetales, como los residuos que quedan después de extraer aceite de oliva. Gracias al adyuvante, la gente necesita menos dosis de vacunas.

7. Sustancias residuales: principalmente porciones ínfimas de sustancias que se usaron durante el proceso de fabricación. Algunos ejemplos de éstas son proteínas de huevo, levaduras o antibióticos.

Las vacunas de covid-19
Somos muchos los que nos hemos vacunado y, de acuerdo con un comunicado del 19 de marzo de este año, la OMS señaló que hay al menos siete vacunas que están siendo distribuidas en el mundo para aplicarse a la población vulnerable. En el mismo comunicado, la OMS añade que hay más de 200 proyectos de vacunas en desarrollo.

Las etapas de desarrollo y producción de las vacunas han cambiado muchísimo desde los primeros esfuerzos de Jenner y los médicos de la época. En un comunicado del 8 de diciembre de 2020, la OMS explicó las distintas etapas de desarrollo y producción que garantizan la seguridad de las vacunas de covid-19. Una vez que se pasa por la etapa de identificación de antígenos para generar la respuesta inmunitaria, las vacunas experimentales se prueban en animales para evaluar su seguridad y potencial de prevenir enfermedades.

Al pasar esta etapa, inician las pruebas con humanos en tres fases. En la primera, se ensaya con un número pequeño de personas voluntarias; además, se comprueba la seguridad de la vacuna y se determina la dosis correcta. En la segunda fase se amplía la muestra de voluntarios a varios cientos; de la misma manera, se prueban diferentes formulaciones y se agrupan personas con diferentes características, por ejemplo, edades. Es aquí que se incluye un grupo que no recibe la vacuna y que sirve para tener un punto de comparación. En la última etapa —la fase tres— la muestra se amplía a varios miles de personas que siguen siendo voluntarias. Esta muestra puede ampliarse a grupos de personas en diferentes países y sirve para determinar la eficacia —es decir, que tenga el efecto esperado— y que sea segura.

Las vacunas que están disponibles en México han pasado por todas estas etapas y son seguras. Vacunarse contribuirá al control de la pandemia, ya que se disminuye la propagación de la enfermedad y el que surjan nuevas variantes. Aunque se esté vacunado, es importante no bajar la guardia y continuar usando cubrebocas, lavándose las manos, manteniendo la sana distancia y evitando aglomeraciones.

Fuente: Milenio

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