Algo sobre el “destape” de Aureoles
Por: Juan José Rosales Gallegos.
Estamos tan mal acostumbrados a una falsa disciplina (en realidad es sumisión), que cualquier respiro del tlatoani provoca una tormenta. La voluntad de un hombre guía a su pueblo, convertimos a un semejante en ser todopoderoso y extraordinario con la facultad de torcer o enderezar el destino, y lo seguimos. Algunos caminan impulsados por la devoción, otros van paso a paso criticando y desafiando al semidiós; lo envidian y sueñan con tomar su lugar.
¿Y las instituciones?
Nuestro gobierno está conformado por tres poderes, cada uno con un ámbito de acción y atribuciones claramente especificadas en la constitución; todos los encargos tienen un carácter temporal, y existe una renovación en los titulares que evita la siempre latente tentación de afanes dictatoriales. Los hombres se van, cambian constantemente, las instituciones deben prevalecer. Ese es el objetivo.
Pero las instituciones en nuestro país y Michoacán no son fuertes, por eso su prevalencia la unimos a las decisiones del presidente, el gobernador o alcalde, el tlatoani.
En México la política nunca se vive en tiempo presente, o insistimos en voltear hacia atrás para buscar razones y culpables, o miramos para adelante tratando de adivinar para quedar bien anticipadamente con el que sigue. Lo que hoy pasa, que es cimiento para lo que será, dejamos de verlo y por eso nos equivocamos.
Sobre la aspiración de los políticos, Roy Campos dice: “Los políticos aspiran siempre a más. Como digo en mis conferencias, político que no aspire a gobernar el país, no es un buen político”.
Una breve cátedra para los que se empeñan en criticar sin sustento.