Por: David Alejandro Delgado Arroyo
No soy aficionado al futbol, aunque tuve mi época. Quizá mis primeras imágenes de un televisor en blanco y negro, en casa de mis abuelos paternos, fue precisamente con el mundial de 1974 en Alemania; aunque por mi corta edad poco entendía.
Ya para 1978 en el mundial de Argentina fui testigo de las golizas que le propinaban a México; y cursando ya la primaria comencé a ser aficionado, tan lo fui que compraba el periódico Esto, que junto con el Excelsior; que iba al centro de mi Salamanca por ellos, me hicieron parecer que vendía el periódico y con lo que fundé un pequeño negocio personal de entregas de periódicos, en mi ruta del centro a mi casa.
Así me llegó el mundial de España 1982, en donde era un ferviente aficionado a Brasil, su juego alegre y espectacular me llenaban de emoción, pero el juego aburrido y defensivo de Alemania terminó por imponerse, así que decidí ya no ser seguidor del soccer y le cambié de canal al futbol americano.
Sin embargo, llegó el mundial de México 1986; y no podía faltar así que mi hermano y yo fuimos a Irapuato a ver un partido, URSS contra Canadá. Fue mi primera experiencia en un estadio. En ese mundial recuerdo haberme llenado de emoción por el gol de Negrete y sorprendido por las jugadas del Pelusa.
También en ese mundial de 1986 apareció en el horizonte de mis viajes de Salamanca a la Ciudad de México el estadio Corregidora en Querétaro.
Adicionalmente en ese mundial fue cuando surgió en el Soccer la famosa ola, pero como para ese entonces era yo más aficionado al Americano, había visto ese ejercicio de masa en el estadio de los halcones marinos de Seattle, y que provenía del Americano colegial como una forma de mantener a la afición en estadios con baja temperatura; así que me burlaba de los comentarios que hacían a México creador de ese ejercicio.
Mi segunda experiencia en un estadio fue en el Azteca, quizá en 1989, cuando fui a ver un partido de calificación de México para el mundial del 90; ahí aprendí lo que significa que la masa te envuelva, mucho antes de haber leído sicología de las masas de Gustave Le Bon. De manera que fui parte de una masa que deja la individualidad y se llena de emociones de manera conjunta.
Pero mi tercera experiencia en un estadio fue cuando por esos años de mi paso por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM fui al estadio de Ciudad Universitaria a ver un partido de los pumas y francamente me decepcionó completamente por el comportamiento de las barras, eso de que “ahí va el agua”, la toma de autobuses de la ruta 100 y otros comportamientos que la masa justifica por el solo hecho de ser masa y a ver quién la detiene, me pareció una mala idea volver a asistir a los estadios.
He sido muy critico de la pésima costumbre de gritar “Puto” en los estadios; a muchos aficionados les parece una jocosa práctica para burlarse del contrario; pero para mi ha sido una ruta de aceptación de la ofensa.
Todo esto me llega al recuerdo por los lamentables hechos de ayer en Querétaro, que además de lo narrado, se aderezan en un momento de nuestra historia, con una sociedad cargada de odio y de resentimiento; justo cuando The Economist al analizar el Índice de la Democracia de México nos siguen bajando la calificación reprobatoria de nuestra Cultura Política.
Ojalá lo sucedido en Querétaro nos haga autoreflexionar a cada Mexicana y Mexicano que la agresión de cualquier tipo, no es el camino que nos merecemos como sociedad. Que podemos tener nuestras diferencias, pero que el respeto entre todas y todos debe estar siempre presente. Que reconozcamos que podemos pensar diferente, pero que tenemos un compromiso social con la Tolerancia y con la construcción entre los diferentes.
De hecho esta misma semana las mujeres tienen una valiosa oportunidad histórica de hacer pedagogía pública de la protesta con respeto.
Pero además, conforme a las últimas noticias sobre los sucesos, quienes iniciaron los hechos lo hicieron con base en rencillas de grupos que se dedican a actividades ilícitas; lo que nos mueve a advertir que los vasos comunicantes entre las actividades licitas y las ilícitas están más relacionadas y que es función básica del Estado evitarlo. Lo cual debe ser una exigencia social de primer orden.