El 11 de septiembre de 2001 Estados Unidos sufrió uno de los peores atentados terroristas en su historia. En punto de las 08:46 un vuelo comercial de America Airlines impactó contra la Torre norte entre los pisos 93 y 98 del World Trade Center de Nueva York.
Desde entonces el gobierno estadounidense se ha concentrado en investigar todas las vías posibles para tener más respuestas y conocer a la perfección el comportamiento de sus enemigos. Hace unods días, un video inédito de Mark LaGanga, colaborador de la CBS, le dio la vuelta al mundo al dejar al descubierto los minutos posteriores al ataque y previo al derrumbamiento de la segunda torre.
Diecisiete años después de los atentados que derribaron las Torres Gemelas de Nueva York, los restos humanos de más de 1.100 víctimas aún aguardan identificación. Pero en un laboratorio de Manhattan, un equipo prosigue incansablemente la tarea, con la ayuda de los últimos avances tecnológicos.
De lunes a domingo, sin descansos, el protocolo se repite decenas de veces.
Un fragmento de hueso hallado en el lugar de los ataques del 11 de septiembre de 2001 es cortado, reducido a polvo y luego mezclado con dos productos químicos que permiten exponer el ADN y luego extraerlo.
O al menos esta es la teoría, pero en la práctica el éxito no está garantizado.
«El hueso es el elemento biológico más difícil de trabajar» para recuperar el ADN, explica Mark Desire, vicedirector de biología forense en el Instituto Forense de Nueva York.
A esta complejidad natural se agregan las condiciones a las cuales fue expuesto el fragmento el 11 de septiembre de 2001 y los días siguientes. El fuego, la humedad, las bacterias, la luz del sol, el combustible de los aviones que se estrellaron contra las torres del World Trade Center, «todo eso destruye el ADN», según Desire.
Los cerca de 22.000 fragmentos humanos hallados en el sitio desde los atentados fueron ya testeados, algunos de ellos entre 10 y 15 veces. Pero unos mil resisten todavía la identificación.
Hasta ahora, 1.642 de las 2.753 personas muertas en los ataques de Nueva York fueron formalmente identificadas, y 1.111 permanecen desaparecidas.
A veces el laboratorio pasa años sin lograr identificar un fragmento. Pero los investigadores forenses se niega a darse por vencidos.
«Nuestro compromiso es el mismo hoy que en 2001», asegura Desire. No quiere hablar de la inversión que requiere el programa, pero se trata del laboratorio con los mejores recursos y presupuesto de Norteamérica.