Por: Humberto Urquiza Martínez
Morelia, Michoacán, 18 de abril de 2018.- Las elecciones han sido un factor determinante en la transición a un modelo democrático en México, por lo que, se le atribuyeron principios indispensables para lograr que la credibilidad en la ciudadanía respecto de quién gana. Es así, que se han emitido una serie de mecanismos para darle credibilidad a las elecciones y se han incorporado, como columna vertebral de las mismas, los principios de legalidad, objetividad, transparencia, equidad, profesionalismo, imparcialidad, certeza, entre otros, que en tanto se cumplan en cada acto dentro del proceso electoral, existen mejores y mayores condiciones para creer en los resultados y generar la idea de elecciones democráticas y creíbles.
Sin embargo, pareciera que no basta con ello, hoy las elecciones tienen otro gran reto, desarrollarse en un clima de paz y tranquilidad, que permitan concretar las condiciones de competencia en las campañas electorales sin riesgos de violencia de cualquier naturaleza, en particular la que vive la mujer al participar en procesos electorales.
El asesinato de Maribel Barajas, más allá de las causas que motivaron el cruel asesinato, se abrió el debate, en lo local, de la necesidad de contar con condiciones mínimas para que la mujer, y de forma general, todo candidato, pueda realizar actos de campaña en el proceso electoral en el que nos encontramos sin mayores riesgos. Si bien la inseguridad es un tema nacional y que compete a las autoridades ejecutivas tanto en lo federal, local y municipal, sin duda dentro de un proceso electoral, la violencia política, que principalmente se focaliza en contra de la mujer, lo que pasa por generar condiciones entre partidos políticos, militantes e instituciones electorales para evitar cualquier forma de violencia, por mínima que esta sea.
En los últimos años, la relación entre violencia y elecciones ha sido cada vez más cercana, lo que ha producido la idea de que esa violencia en elecciones es “normal”, situación que no se puede mantener como una situación de normalidad y, por el contrario, se deberá desterrar dicho vínculo.
La violencia en ningún escenario es compatible con la participación ciudadana, por el contrario, tendería a inhibirla, es así que el desarrollo de las elecciones en un clima de paz y seguridad, que permitan que las mujeres y en general todos los actores políticos y ciudadanos, puedan desenvolverse en plenitud como condición de una elección democrática, por lo que se constituye en un elemento fundamental de las elecciones.
No tener esas condiciones, solamente impactará en la calidad de las elecciones y quizá en la validez de estas. El gran reto que se tiene actualmente en la democracia electoral mexicana es encontrar nuevos caminos hacia la seguridad en las campañas, sin embargo, no bastará con actos de las autoridades electorales, y de nada servirán esas actuaciones, si no se construyen estrategias de fondo que permitan terminar con la inseguridad en el país y en los procesos comiciales. De mantenerse esa dinámica violenta en procesos electorales, solamente producirá que en el imaginario colectivo de la sociedad y actores políticos se identifique como algo ordinario, situación que en nada ayudará en el tránsito a un modelo democrático.